Ensueño I: Las ferias.

Era una tarde tranquila en el pueblo de la niñez de mis padres. El sol empezaba a tornarse de un color anaranjado, como preludio de su ocaso, que invitaba a contemplarlo. Yo andaba perdida en mis pensamientos desde la terraza más alta de la casa observando el espectáculo. Mientras tanto, un teléfono sonaba incesantemente en la planta de abajo.

Una llamada, una noticia y un viaje que cambiaría el curso de esa tarde e incluso de mi vida entera.

Recogimos con prisas las cuatro cosas que teníamos de importancia y emprendimos nuestra marcha de regreso a la ciudad. Recuerdo que fue un trayecto breve, en el que jugaba con las sombras que el sol proyectaba en el coche. Cuando me quise dar cuenta ya habíamos llegado a la calle principal, cortada por la gran feria ambulante que todos los finales de verano nos invadía con sus carros, tiendas y espectáculos variados.

Observaba tranquila todo el ambiente desde mi asiento hasta que el vehículo estacionó en mitad de la vía. Les pregunté a mis padres por qué nos deteníamos y me respondieron que no podíamos continuar todos juntos y sin más explicaciones me dejaron allí.

De repente me encontraba sola, en mitad de una vorágine de gente, artistas y feriantes mientras veía como mi única compañía, el sol, estaba apunto de desaparecer.

Tampoco podía volver a casa por lo que decidí aprovechar algunas de las atracciones que aún seguían abiertas y me coloqué en la fila. Nada más hacerlo la chica que estaba delante se giró repentinamente y tras analizarme detenidamente e intercambiar cuatro palabras en las que ni nos damos nuestros nombres, me tiró de la mano y sin parar de correr me sacó de allí.

Leyendo estas líneas me doy cuenta de lo confuso que os estará resultando todo, y el por qué de mis acciones, pero os prometo que en ese momento todo tenía sentido. Una sensación extraña estaba empezando a invadir mi cuerpo junto con mi mente y me dejé llevar.

Entramos en una especia de discoteca donde se reencontró con sus amigas y nada más atravesar esa puerta lo que parecían minutos se convirtieron en horas y el tiempo empezó a no ser importante para mi. En ese lugar todos parecíamos perdidos, distraídos, atraídos por el envolvente sonido de la música sintiéndola por todo el cuerpo y bailando libremente.

En uno de los escasos momentos en los que conseguí recuperar, lo que yo consideré, la lucidez , dejé de bailar separándome del grupo de chicas que tan amablemente me habían acogido e intenté buscar la salida. Una búsqueda que se vio interrumpida bruscamente por un chico que, copa en mano, me empezó a hablar haciéndome olvidar de cuál era mi misión.

Sin embargo, pronto dejé de prestarle atención ya que mis ojos se habían puesto en otro grupo de chicos, concretamente en uno de ellos que reconocí instantáneamente como el que había sido mi amor platónico durante la adolescencia.

Era un par de años mayor que yo, de ojos verdes casi aguamarinados que contrastaban con su tez morena y su castaño claro casi rubio pelo alborotado de siempre. Estaba tal y como lo recordaba.

Nuestras miradas se cruzaron, él me sonrió haciéndome saber que me había reconocido de los años de instituto. Se aceró hacía mi y comenzamos a hablar como dos desconocidos que se conocen por primera vez. La conversación fluía con naturalidad, era elocuente y nos reíamos… me parecía estar viviendo una situación casi irreal. De repente algo hizo click en mi cabeza y empecé a cuestionarme todo lo acontecido durante esa tarde. ¿Se trataría de una ensoñación?

Pronto mis dudas quedarían disipadas ya que en el mismo instante en el que formulé dicha pregunta, una puerta se abrió al fondo de la sala y sin pensármelo dos veces, le cogí de la mano y tiré de él para traspasar juntos el umbral de la puerta hacia el exterior.

El sol hizo acto de presencia y me tapé la vista con el brazo hasta que mis ojos se acostumbraran a la luz del día, soltando la mano de mi acompañante. El estruendo de la puerta cerrándose a mi paso me sobresaltó, haciendo que me girara justo para ver como él se quedaba atrás sin tiempo para cruzarla. Intenté volver a acceder desde el exterior pero parecía que el mecanismo solo permitía su apertura interna.

Volvía a estar sola. Y ahora me daba cuenta que había salido a la diáfana azotea de un gran edificio que tan solo contaba con una puerta más. Comprendiendo que no me quedaban más opciones, accioné la manilla de esa nueva entrada y accedí al edificio.

El juego no había hecho más que comenzar.

Continuará…

1º Parte: Las ferias.

2º Parte: El juego.

3º Parte: El negocio.

-Ara.

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4 comentarios en “Ensueño I: Las ferias.

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